miércoles, 31 de diciembre de 2008

No quiero soñar mil veces las mismas cosas...

*
Hay tanto qué decir y qué hacer. Tantos miedos por transfigurar. Dejemos de lado todas nuestras inseguridades y empecemos a reconocernos en cada latido, en cada gesto, en cada canción...

Aeropuerto


Esta resaca me está cansando. Aunque siento que es muy necesaria, a veces también me hace daño. Lo cierto es que es muy curiosa, extraña y un tanto divertida si lo quiero así. A veces ya no quiero estar así, quisiera encontrar la forma de alcanzar mi nirvana personal. Estoy seguro que lo lograré. Es más, ya está decidido.

Hay una inconformidad en mí increíblemente añeja, parece que llevara sobre mis hombros algo así como el pecado original, no me agrada eso, tampoco quiero sentirme tan importante. Es por eso que a menudo no me gusta tomarme el mundo muy en serio. Y sí, puede sonar a muy loser y a muy posero, o alguien puede burlarse y con razón decirme figurita repetida, pero en cierta forma me siento bendecido por eso. No me interesa ser como los demás. Existe tanta gente falsa, que vive engañada. Yo no quiero parecerme a ellos. Definitivamente no.

-
Por eso calma, si mantienes la boca cerrada vas a estar bien, me digo. ¿Podría extrañar algo que nunca fui?- hablo de la simplicidad-, no lo creo. Pero podría colocarla en mi agenda como una meta existencial, jajaja. Claro, si ese fuera el caso. Lo cierto es que adoro este conflicto interno, pasajero, porque me da la oportunidad de conocerme más. No es fácil enfrentarse con los fantasmas que uno ha desarrollado desde la niñez. Creo que hay que tener cojones para eso, porque es difícil salir ileso de esa travesía. Por eso necesito a menudo olvidarme de quién soy y confundirme entre la gente, necesito el misterio de ese no se qué que tiene el artificio del escape. También sé que son a estas alturas cuestionables hábitos que ya no necesito más y quiero dejar de lado, en un entrañable rincón de mis recuerdos.

martes, 30 de diciembre de 2008

Presumido (Stripper sentimental)

Mira que extraño me siento en este momento. Estoy escuchando un tema lento de los Rolling Stones y, aunque no me traes buenos recuerdos del todo, estoy pensando en ti; sólo quiero recordarte así, brindándome una sonrisa tierna. Quiero pensar que somos amigos de una manera poco usual, que esto no es una fantasía y nos queremos.

Me agradó pasar todo este año a tu lado, aprender de ti, y sobre todo darme cuenta que soy la persona menos indicada para hacer algún tipo de crítica. Eso fue la gran lección que me diste con tu silencio. Y sabes qué: aún me cuesta ponerla en práctica. Muy a menudo cometo el error de convertirme en un
stripper sentimental, creyendo con eso que puedo tomarme la libertad de opinar sobre el accionar y sentimientos de otros. Como te lo imaginarás nada bueno puede surgir de eso. Ahora empiezo a comprender. Por eso te respeto. Quisiera parecerme un poquito a ti. También quisiera que tú te parecieras a mi. Pero lo cierto es que somos tan diferentes. Y sabes qué, creo que es mejor así.

No sabía qué pensar de las personas como tú. Antes admiraba esa actitud de estar por encima de todo, inclusive de la propia identidad familiar. Me encantaba la idea de ser alguien diferente, especial, y sobre todo popular. Un personaje al cual la gente admirara, cuya oportunidad de conocerlo sería algo excepcional. La frivolidad en carne y hueso. Realmente esa idea, aunque superficial, me seducía cuando adolescente. Luego intenté ir más allá. Tal vez sentí que mi vida no tenía significado o que éste era –reitero- demasiado superficial.

Extraño al otro yo a veces, no te lo puedo negar. Sobre todo cuando veo las fotografías de aquella época en que trataba a toda costa de ser feliz. Pero también recuerdo que en aquel tiempo la rebeldía y sobre todo el dolor me embargaban. Y el personaje que inventé era una manera de disfrazar mi inseguridad. Vivía tal vez el sueño de otro y no el mío. Me sentía triste, frustrado. Tan solo quería huir de todo –incluso de mi mismo- y olvidar. Empezaba a preguntarme qué era esa palabra a la que llaman paz.

Te extraño. Tú me recuerdas de alguna manera esa persona que siempre quise ser. Siempre tan ordenado, consciente hasta del más mínimo detalle, y tratando de estar siempre a la vanguardia en cuanto a estilos. Me jode que haya una persona que sea tan cool de una manera tan natural, me jode tener que admirarte así de una forma tan entrañable como si fuéramos hermanos y por eso olvidarme de tu siempre cortés arrogancia, pero entiendo que así son los afectos y la mente no gobierna en los terrenos del corazón.

Te extraño mucho sabelotodo. Espero que te encuentres bien. Quisiera que perdure por siempre esa tarde cuando nos vimos enfrascados en una conversación trivial, sobre cuál banda era mejor, los
Beatles o los Rolling Stones, y cuando todo a nuestro alrededor estaba hecho un desastre porque no terminábamos el trabajo pactado aún. Recuerdo las llamadas de atención del jefe, y luego tú, dejando de lado tu patente serenidad, levantando la voz por los dos y diciendo:
*
-Hey, tranquilos todos, acaso no comprenden que al talento hay que dejarlo trabajar.


miércoles, 17 de diciembre de 2008

domingo, 30 de noviembre de 2008

Pareciera que todo lo que he hecho hasta ahora es esperar por tí...


¿Será acaso mi locura?, se preguntaba. La incógnita dibujaba en ella un adorable gesto que la hacía siempre tan dulce y divertida. Quería saber si ese era su mayor atractivo, porque aún no era del todo consciente del impacto que causaba en los demás con su encanto. No sabía si en realidad era esa exótica fragancia en su personalidad, u otra cualidad suya, la que terminaría por llevarla a la conclusión de un anhelado sueño: El amor. Ahora, estaba empezando a sentirse cansada de saberse especial pero sola. La magia del amor no la alcanzaba. Estaba harta de que el romance aún no hubiera tocado su puerta. Es qué acaso nadie se daba cuenta de lo mucho que lo necesitaba.

Al parecer nada de lo que había conocido la satisfacía. Tal vez llevaba mucho tiempo a la caza de un sueño dorado, y se había dado -una y otra vez- de cara con una realidad fría e insípida que la llevaba de mal traer y que le dibujaba la sonrisa al revés, justo ante los flashes y cuando menos la necesitaba.
Creo que nunca me he enamorado, me dijo en alguna ocasión. Yo me moría de la pena al verla actuar de una forma inusitada y triste. Ya no quería vivir más con ese sentimiento a cuestas. Ahora más que nunca quería saber si el amor es una realidad o sólo una bella canción y un recuerdo que se esfuma.

Disfrutaba mucho viéndola actuar siempre como una chiquilla, siempre tan jocosa, ocurrente y también coqueta. Me encantaba sobre manera el personaje de clown que había desarrollado. Era perfecto en cada faceta y siempre me hacía reír. Era increíble verla jugar con todos e iluminar el ambiente con su encanto; parecía que había llegado a esta ciudad y a nuestras vidas en el momento justo, solo para robarnos el aliento y dibujar sonrisas en nosotros. Era una muñeca dorada bajo el fuego de un enorme corazón, el suyo. Era para todos aquellos que la adorábamos la luz que más iluminaba sobre el firmamento.

Llegó a mi mundo de pronto y de la manera más inesperada. La encontré en una ciudad distinta a la mía, en medio de una soledad que me consumía y casi me estaba matando. Ella estaba viviendo -creo yo- con adolescente impetuosidad sus sueños, y eso me gustaba mucho, porque podía reconocerme en esa imagen que de alguna manera me recordaba tanto a la mía.
Yo no sé vivir si no es por efecto de los ideales, sin ellos empiezo a morir, me repito y quiero creer que es así. Y ella era eso, un real reflejo de lo que yo había sido en otro tiempo y que por los golpes del sentido empezaba a olvidar y dejar de lado. Ella era como un maravilloso espejo sobre el cual podría observarme y empezar a amarme. Es imposible dudar de un sentimiento así, pero me daba miedo pensar en ella en otros términos que no fueran los de la amistad. Ahora, más que nunca, no quería volver a ilusionarme y acabar con el corazón roto.

Recuerdo la primera vez que la vi y traté con ella. Apareció en una discoteca junto a otros chicos que iban a interpretar canciones de uno de los grupos a los cuales guardo mucho afecto y que marcaron una entrañable etapa en mi vida. Ella estaba allí de manera tan natural, lucía jeans gastados, polera verde y zapatillas. No tenía nada de maquillaje en el rostro y llevaba el cabello bien sujeto a una coleta. Nada ostentoso, nada artificial, superficial o fuera de lo común. Solo ella y su encanto. Ella y el brillo de unos grandes y tiernos ojos que iluminaban aquella noche más cualquier reflector dentro de la disco. Ella y un enorme corazón que no cabía más en esa sonrisa y en esa mirada. Ella y un suspiro indiscreto, el mío.

Se acercó a mí sin mayor presentación. Yo quería mantenerme a distancia pero me fue imposible. Cómo poder huir de alguien tan adorable, me decía. Preguntó todo lo que quiso obtuviera o no respuesta. El desaire no la amilanaba. Era auténtica como solo ella sabía serlo. Parece que sabía o intuía algo en mí que me ponía nervioso. Creo que tal vez sentía que de alguna forma coincidíamos en ese lugar por algo muy especial, aún ajeno a nuestra entendimiento. Yo estaba –repito- nervioso y trate de arruinarlo todo pero ella no lo permitió.

Una mágica curiosidad se apoderó del ambiente. Me sentía alterado, era nuevo en la ciudad y ella aparecía como una luz infinita sobre la noche para indicarme el camino a seguir. En ese momento hubiera querido besarla y bailar con ella toda la noche. Hubiera querido olvidarme de las reglas y permitirme un tiempo de lúdica anarquía, y todo por esa bendita e inesperada sensación que me embargaba. Pero no, opté por un prudente control puesto que sentía más de una mirada sobre mí, por ser el forastero extraño y que en ese momento más de uno quería conocer. Aún no sé si hice mal o bien en no revelarle este secreto, aunque siento que lo sabe, porque de alguna misteriosa forma siento que ella puede leer todo acerca de mí.

Empecé a quererla de repente y cada día que la veía se afirmaba más en mí este sentimiento. Me sorprendí de lo mucho que teníamos en común. Nuestros gustos eran muy similares, nuestro entorno y nuestra procedencia también. Yo también me hacía preguntas. Me preguntaba si era ella la que me iba a sacar de este doloroso letargo. Si era ella aquella estrella que anunciaría la llegada de un mundo mejor. ¿Era ella acaso de quién me iba a enamorar finalmente? ¿Será acaso su esencia la plenitud de mi ensueño? No lo sé ahora. Aunque tal vez quisiera que fuese alguien como ella, porque ahora entiendo que no conozco a nadie así.


jueves, 9 de octubre de 2008

Entra y no me olvides...



No sabía que decirle. Mi relación se había tornado tan complicada ya. Ella era muy importante para mí y lo sabía, al menos eso creía yo. No estaba de acuerdo con algunas actitudes suyas que me desconcertaban mucho, pero lo cierto era que sentía que la amaba. No quiero que ella se aleje de mí. Estoy dispuesto a convertirme en lo que ella quiera. Ya no me interesa qué piensen los demás. Solo me interesa ella.

(Ahora en este momento pienso así, pero al tenerla enfrente mío el desconcierto me invade y me confunde. Después de todo lo que nos hemos dicho, se me hace muy difícil expresarlo. Espero que ella pueda hacerlo todo más fácil).


sábado, 27 de septiembre de 2008

Plegaria


- Dra. Marianne, ¿cómo está? Hace tanto tiempo que no se nada de usted. Fue bueno verla y saludarla el último sábado en ese almuerzo en honor al Padre. Aunque a veces la percibo distante, es inevitable no ver una madre en usted.

- Descuide, estoy acostumbrada a eso.

- …

- Debe existir algún tipo de vacío al interior suyo. Y que tal vez, sin darse cuenta, está buscando llenar.

- Me sorprende el comentario Dra. Agradezco la franqueza.

- …

- Espero no importunarla con estas palabras, pero lo cierto es que he empezado a quererla mucho, a veces siento que no tengo otra opción, jajaja. Es muy importante para mí decírselo, no suelo tener estos detalles a menudo.

- Es el miedo, supongo. ¿Por qué se le hace tan difícil mostrar afecto? Seguro es consciente de que carece de algo muy valioso.

- Sí Dra., es en esos momentos que siento que caigo muy hondo, me pierdo y olvido por completo quién soy.

- …

- Dra., disculpe…

- No, por favor continúe.

- Dra. Marianne, quisiera que rece una plegaria por mí, necesito aprender a dominar mi incontrastable espíritu. He caído preso de un mal sueño que ya no sé cómo controlar. Hay algunas noches en que aparecen fantasmas en el perfecto azul de mi templo. Ellos saben cantar y también saben cómo enamorarme. Seguro por eso no los puedo callar y dejar. Seguro por eso del todo no me puedo encontrar.

- Pobre chico, debes estar sufriendo.

- Descuide, estoy acostumbrado a eso. Pero ya no lo quiero más… Por eso, por favor le pido, rece una plegaria por mí. Necesito urgente danzar bajo el compás de una suave brisa que guíe mis pasos. Estoy seguro que –con su ayuda- lo podré lograr.

domingo, 21 de septiembre de 2008

No puedo dejar de llevarte flores a primera hora de la mañana...

Te amo desde que nos concibieron allí en las estrellas, desde que nos desprendimos del sol para convertirnos en tierra, desde el día en que rondaste mi corazón y te apoderaste de mis sueños, desde el momento en que pude sentir y acariciar tu aliento. Te amo desde que posé mis ojos en el brillo de tu mirada, desde que te sorprendiste con esta loca idea mía de transformar el mundo, desde el momento que te llevaste a la cama mi confusión a cuestas, y me regalaste un poquito de la humildad de tu naturaleza. Te amo por ser bella y por ser madre, por ser niña y sonrisa a flor de piel. Te amo porque respeto tu loca y alucinada filosofía, y te amo vida mía porque cuando te entregas puedo sentir mucho más que la piel.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Caida inversa


Me sentía morir, era como transitar en el limbo de las sensaciones. No tenía ganas de seguir, ya todo para mí estaba consumado. Había perdido sin haber empezado. Eso era lo que mejor hacía, pensaba. En mi mente todos mis ídolos de la adolescencia. El Rock n’ roll, las drogas y las chicas. Luego, el autoexilio, la autocompasión, las palabras de fe y el heroico amor humano casi divino para salvarme. En realidad era la caída inversa hacia el último misterio.
*
-Conozco mis lados oscuros, les decía a todos. Ahora solo me interesa conocer la luz. Ya no más ese argumento. Ahora, con resignación había aceptado a la locura dentro de mi casa. Nunca me había sentido tan solo como ahora. Rodeado de tanta gente, haciendo cosas por ellos, y sin embargo completamente incomprendido. Ya no sé en quién confiar. Todo es dispar. Todo está completamente corrompido. Eso es lo que veo, y me da tanta tristeza.
*
-Solo quiero descansar, digo. Pero eso es mentira, quiero algo que perdure más.

Mi hermana está junto a mí, abrazándome y llorando conmigo, ella piensa que puede salvarme y por eso se aferra muy fuerte a mí. Empiezo a temblar y por un instante siento la ira atravesada en lo más profundo de mis entrañas. Respiro, y siento un corazón latir junto al mío. Entonces el llanto aumenta y los temblores también. Ya no quiero abandonar mi mundo, empiezo a sentirme tranquilo junto a ella. Mi madre aparece de pronto y me trae agua en un bello vaso azul. Silenciosa me mira como si no supiera qué me pasa. En realidad ella sabe lo qué me pasa. Ella lo sabe todo.

-
María -le digo entre sollozos-, tú conoces mi afición al juego. Ella lo entiende y asiente con la mirada. Es ella quién me enseñó a tirar estos dados encantados, y es también ella quien me perdona absolutamente todo.

sábado, 23 de agosto de 2008

Fotografías

Me hice pequeño de pronto y caminé dentro de las hojas de un álbum de fotografías. La melancolía embargaba mi corazón una vez más. Se me hacía muy dificultoso respirar. Los recuerdos pasaban una y otra vez ante mí. Eran flashes repentinos que me asaltaban sin permiso, una y otra vez. Yo solamente quería dormir y pedirle perdón a María por mi irresoluta afición al juego. Ella tendría que entenderme. Quién más que ella a estas alturas.

Una cándida y dulce fragancia se apodera de mis sentidos. Me parece tan familiar, casi estoy seguro que la conozco de alguna parte. Mi cabello se torna blanco de repente y yo estoy feliz. Mi sonrisa se transforma en la más bella de todas. Aparecen ante mí un jardín de figuras femeninas. Todas florecen ante mis ojos y bajo el rocío, inundando mi corazón de emociones divinas. Estoy queriendo lanzarme sobre ellas y dormir el sueño de los justos.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Amor chiquito

Era el último día de trabajo y lo más seguro era que no nos volveríamos a ver por mucho tiempo. En el fondo me sentía tranquilo, existía el espacio suficiente para curar estas incómodas heridas. Creo que supe desde siempre que iba a quedar marcado por una historia así. Y ya no sé cómo evitarlo. Cada noche, cuando pienso en ti, siento estos dulces pasos tras de mí. La fantasía se asoma a mi mente e ilumina mi puerta. Bendita sea la naturaleza y el camino que te trajo a mí.

….

Amaneció con lluvia cadenciosa y empezaba a apagarse en mí este sentimiento...

Señora, no la puedo querer tanto, eso sería jugar con mi vida y con su canto. Eso sería apartarme de la realidad y convertirme en su bufón. Entonces dónde quedarían todos nuestros juegos de seducción, y la perversidad que emana de usted cuando me arrebata de este estado contemplativo y de encanto. Sabrá usted, mujer, que no es el único ser al que he amado.

Yo la he soñado todo este tiempo indefinido. Imaginándola felina entre instantes de locura. Brindando del generoso néctar que emana del recorrer su vertiginosa figura, el insaciable camino de la sed de su cuerpo. He soñado y he contemplado verme muerto; pero gitana, yo no lo entiendo. Era muy tarde y ya había hecho presa de mí este sentimiento.

Hermosa, yo no sé por qué, pero aún no la descubro realizada. Aún se deja escapar frágil en su mirada, la delicadeza y admiración por el brillo de una rosa. Si hasta de su aliento apasionado por el pasado, el delirio, ningunea el color del silencio. Entonces su corazón suspirando está a la espera del momento en que el poeta la corone entre sus versos como diosa. Soñando con ese mágico instante perdurable que esperó por tanto tiempo.

Sí, sé que he huido muchas veces de ti como un niño temeroso. Extraviado en el extraño gozo que me daba la soledad y la fantasía. Confundido, no sabía qué fuerza obraba en mí. Solo y atormentado, buscaba sobrevivir a un recuerdo. Entonces, acorralado, tenía que hacerme fiel amigo del olvido. Entonces, ante la repentina locura me vine a entregar al llanto. Entiendes ahora mujer por qué -aunque lo quisiera- no puedo amarla tanto.

Hermosa, siento que me voy. Ya me estoy apartando de este inefable cuento. Tal vez el amor ha escapado de mí. Tal vez hace mucho tiempo añoraba la partida. No he sido lo suficientemente fuerte para arriesgar por usted la vida. No he tenido el valor de mostrarle este dichoso perfume en mi cuerpo. Es esta fantasía que pensé nunca volvería a vivir. Pero que empezó a crecer nuevamente con sus versos.

Perdóneme por esta posible despedida. Pero es que aún no aprendo a entender estos incómodos juegos de la pasión. La verdad es que temo perder la lucidez cuando la vea en brazos de otro y no sé si esté bien al cabo llamar a lo que siento por usted amor. Pero yo no se lo digo de frente y mirándole a los ojos, porque usted cazadora, es lo suficientemente digna para reconocer este bendito sentimiento. Y porque yo no tengo la suficiente experiencia para decirle a usted que la quiero para todo lo bueno que permite en mí, ésta, mi bella canción.

Sí, sé que no se lo he dicho gitana, pero descúbralo usted. Porque es como si yo tuviera el alma enredada. Pero ahora dejo en usted la última palabra. Porque los sentimientos no se saben cómo empiezan, no se sabe dónde terminan. Y yo ya no quiero volver a escuchar de su boca que el amor se acaba.

Dígame por que los niños han de tener siempre esa sabiduría que nosotros no tenemos. Usted sabe a lo que me refiero. Es esa ingenuidad en la entrega. Esa inconmensurable fe a la vida. Pero sonría, que yo la prefiero siempre mujer. Sonría que yo la imagino siempre perfecta en mi lira.

Amaneció al día siguiente soleado. Me llevo la maleta cargada con sus suspiros. Usted en cambio se lleva el retrato de este momento. Ya no tengo más el alma enredada, señora. Ahora, finalmente puedo decir que este sentimiento en mí no ha muerto.

Lima, septiembre de 2004

domingo, 17 de agosto de 2008

Círculo perfecto

Me pierdo muy pronto cuando sé que no estás aquí.
Es el anatema de la vida consumiéndome,
muy lentamente, entre suspiros.
Te pido.
Te lloro.
Te pienso.
Aguardaría por ti mucho más que un momento.

Quisiera que te apresures,
porque el tiempo cambia y cambio yo con él.
Nos están dejando solos -¿no lo entiendes?-,
nos están pidiendo no volver.

Es un círculo perfecto nuestra religión.
Tú, extrañada en una fría casa;
y yo, sin descanso en mi ardorosa comunión.
Luces.
Sombras.
Lluvia y renacer.
Las flores no perfuman donde nunca hay qué comer.

Siente la fría tarde antes de partir,
Seguimos colgados de un sueño.
Queremos tanto ser eternos -¿no lo entiendes?-,
es un complicado sendero el que debemos recorrer.

Distante

No voy a dejar que este estúpido orgullo lo arruine todo. Tampoco debo darle tanto crédito a esta cobardía que me paraliza. Siempre postergando las cosas, dejando para mañana lo que podría hacer hoy. Mintiéndole descaradamente a la conciencia y al corazón, aislándolos de toda sensibilidad, negándoles la vida. Congelando el sentimiento con inseguridades, como si fuera un paria que no tuviera nada que ofrecer. Como si estuviera destinado del todo al fracaso, desde antes, y sin haber luchado. Enojado por ser quien soy, abatido por las ilusiones que se alejan más y más de mí. Conformándome sólo con las fantasías que ya no me alcanzan.

He caído en un saco roto que se parece cada día más a la frustración de no encontrarme. Privado de toda esperanza me siento prisionero de un extraño amor malsano. A menudo necesito ser sedado con cantidades de vulgar medicina, que me disfraza de indigencia, y ya no deja más razones que me justifiquen ante la familia que nunca tuve o ante aquella que quizás abandoné.

- Camila, no puedo ser perfecto. Estoy muy distante de eso. Necesito que acabes de una buena vez conmigo.

Estoy aguardando el momento de reconocerme, porque en realidad ya no sé quién soy. Esa persona, la del espejo, no soy yo. Me da tanta tristeza la mentira. Ojalá pudiera amarla tanto como te amo a ti por momentos.

Lamento todo esto. Lo de los huesos rotos. Lo de mi homofobia contemplativa. Este mal humor que constantemente malinterpretas. Lamento absolutamente todo. Todo aquello que pueda dañar ese brillo en tu mirada. Es que aprendí a amarte en el silencio y también en la desesperación.

- Escucha, en realidad necesito que acabes conmigo. O acaso no ves que estoy vacío.

Todo parece una gran contradicción conmigo, el amarme, el odiarme, ya no espero que me entiendas. Lo único que espero es que puedas hallar la forma de hacerme nuevamente crecer y creer. Quiero saber la forma de alcanzar la paz. Madurar creo que le llaman a eso. Tal vez, después de todo, tampoco lo sepas tú. Es algo que tenemos en común. Yo, en cambio, malinterpreto todo. Es un hábito compulsivo este el de dañar mi mente con ideas suicidas, pero a la hora de la hora, en el momento de las decisiones, no pasa nada. Una ráfaga de lucidez se apodera de mi y me quedo ahí quietecito frente al barranco y saludando al alba con un suspiro.

Parcho, me miro. Respiro helado. Te veo.

Y el diablo frente a mi, enojado y levitando dentro de su traje rojo. Llenándome de tibios besos la piel. Mordiéndome los labios. Buscando afanoso enredar su lengua con la mía y susurrándome al oído, inquieto ante mi fantástica frialdad:
No pasa nada contigo, dice.

Entonces sacude su larga cabellera y me clava la mirada. Recorre con sus ardorosas manos mi bajo vientre y se apodera de mi sexo. Yo no puedo hacer nada ante ello porque soy sólo una pieza sexual para ti. Yo no te amo, le digo. Y él, luego de saciar sus apetitos, se retira burlándose de lo cobarde que soy y tirándome unos cuantos billetes en el rostro. Entonces se apodera de mí una carcajada porque este tío tampoco entiende nada. Y creo que no se ha dado cuenta de que yo sigo enamorado, y no soy un fantasma que sólo sabe pensar en tus ojos.

Entonces me castiga la carne. La sangre dentro de mí ya no corre de la forma que debe hacerlo. Ya no calienta. Ya no colorea mis mejillas. Entonces de nuevo quiero estar dopado de esa vulgaridad que tú tanto detestas y que yo ya no sé como disfrazarla de encanto. Estoy seguro que me entiendes. Tú sabes, es la hora de escapar.

- Lamento ser un romántico suicida amor mío… Aún soy sólo un chiquillo.

Maldita sea, siempre escuché que la culpa la tiene esa entrañable niñera llamada televisión, dicen que ella es la culpable de toda esta confusión generacional. Siempre diciéndonos cómo debemos ser, cómo actuar, cómo pensar, a quién amar y a quién odiar. Y mira lo que han consiguido: Yo me disfracé de todo lo que pude y extravié mi alma entre todos esos intentos.

Por eso quede fascinado contigo, porque al parecer conoces más de mi de lo que yo puedo entender. Has sabido aplicarme el castigo de la indiferencia cuando era lo que yo buscaba y necesitaba. Y también motivarme con tus virtudes llegado el momento. No quiero empañar tu imagen porque aún recuerdo tus palabras: Tú no eres un fracaso. Sólo necesitas creer. No temas seguir tu camino.

La verdad es que siento que soy muy torpe aunque tú digas todo lo contrario. No sé de qué camino hablas. Y sí, creo en el destino pero no me leo las manos, porque la única gitana que tiene cabida en mi vida eres tú, y porque creo que te amo y si no estoy contigo es porque quiero que seas feliz.

- Aún necesito encontrarme, pero estoy un poco tranquilo. Ahora sé que existes.
Lima, junio de 2005