sábado, 23 de agosto de 2008

Fotografías

Me hice pequeño de pronto y caminé dentro de las hojas de un álbum de fotografías. La melancolía embargaba mi corazón una vez más. Se me hacía muy dificultoso respirar. Los recuerdos pasaban una y otra vez ante mí. Eran flashes repentinos que me asaltaban sin permiso, una y otra vez. Yo solamente quería dormir y pedirle perdón a María por mi irresoluta afición al juego. Ella tendría que entenderme. Quién más que ella a estas alturas.

Una cándida y dulce fragancia se apodera de mis sentidos. Me parece tan familiar, casi estoy seguro que la conozco de alguna parte. Mi cabello se torna blanco de repente y yo estoy feliz. Mi sonrisa se transforma en la más bella de todas. Aparecen ante mí un jardín de figuras femeninas. Todas florecen ante mis ojos y bajo el rocío, inundando mi corazón de emociones divinas. Estoy queriendo lanzarme sobre ellas y dormir el sueño de los justos.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Amor chiquito

Era el último día de trabajo y lo más seguro era que no nos volveríamos a ver por mucho tiempo. En el fondo me sentía tranquilo, existía el espacio suficiente para curar estas incómodas heridas. Creo que supe desde siempre que iba a quedar marcado por una historia así. Y ya no sé cómo evitarlo. Cada noche, cuando pienso en ti, siento estos dulces pasos tras de mí. La fantasía se asoma a mi mente e ilumina mi puerta. Bendita sea la naturaleza y el camino que te trajo a mí.

….

Amaneció con lluvia cadenciosa y empezaba a apagarse en mí este sentimiento...

Señora, no la puedo querer tanto, eso sería jugar con mi vida y con su canto. Eso sería apartarme de la realidad y convertirme en su bufón. Entonces dónde quedarían todos nuestros juegos de seducción, y la perversidad que emana de usted cuando me arrebata de este estado contemplativo y de encanto. Sabrá usted, mujer, que no es el único ser al que he amado.

Yo la he soñado todo este tiempo indefinido. Imaginándola felina entre instantes de locura. Brindando del generoso néctar que emana del recorrer su vertiginosa figura, el insaciable camino de la sed de su cuerpo. He soñado y he contemplado verme muerto; pero gitana, yo no lo entiendo. Era muy tarde y ya había hecho presa de mí este sentimiento.

Hermosa, yo no sé por qué, pero aún no la descubro realizada. Aún se deja escapar frágil en su mirada, la delicadeza y admiración por el brillo de una rosa. Si hasta de su aliento apasionado por el pasado, el delirio, ningunea el color del silencio. Entonces su corazón suspirando está a la espera del momento en que el poeta la corone entre sus versos como diosa. Soñando con ese mágico instante perdurable que esperó por tanto tiempo.

Sí, sé que he huido muchas veces de ti como un niño temeroso. Extraviado en el extraño gozo que me daba la soledad y la fantasía. Confundido, no sabía qué fuerza obraba en mí. Solo y atormentado, buscaba sobrevivir a un recuerdo. Entonces, acorralado, tenía que hacerme fiel amigo del olvido. Entonces, ante la repentina locura me vine a entregar al llanto. Entiendes ahora mujer por qué -aunque lo quisiera- no puedo amarla tanto.

Hermosa, siento que me voy. Ya me estoy apartando de este inefable cuento. Tal vez el amor ha escapado de mí. Tal vez hace mucho tiempo añoraba la partida. No he sido lo suficientemente fuerte para arriesgar por usted la vida. No he tenido el valor de mostrarle este dichoso perfume en mi cuerpo. Es esta fantasía que pensé nunca volvería a vivir. Pero que empezó a crecer nuevamente con sus versos.

Perdóneme por esta posible despedida. Pero es que aún no aprendo a entender estos incómodos juegos de la pasión. La verdad es que temo perder la lucidez cuando la vea en brazos de otro y no sé si esté bien al cabo llamar a lo que siento por usted amor. Pero yo no se lo digo de frente y mirándole a los ojos, porque usted cazadora, es lo suficientemente digna para reconocer este bendito sentimiento. Y porque yo no tengo la suficiente experiencia para decirle a usted que la quiero para todo lo bueno que permite en mí, ésta, mi bella canción.

Sí, sé que no se lo he dicho gitana, pero descúbralo usted. Porque es como si yo tuviera el alma enredada. Pero ahora dejo en usted la última palabra. Porque los sentimientos no se saben cómo empiezan, no se sabe dónde terminan. Y yo ya no quiero volver a escuchar de su boca que el amor se acaba.

Dígame por que los niños han de tener siempre esa sabiduría que nosotros no tenemos. Usted sabe a lo que me refiero. Es esa ingenuidad en la entrega. Esa inconmensurable fe a la vida. Pero sonría, que yo la prefiero siempre mujer. Sonría que yo la imagino siempre perfecta en mi lira.

Amaneció al día siguiente soleado. Me llevo la maleta cargada con sus suspiros. Usted en cambio se lleva el retrato de este momento. Ya no tengo más el alma enredada, señora. Ahora, finalmente puedo decir que este sentimiento en mí no ha muerto.

Lima, septiembre de 2004

domingo, 17 de agosto de 2008

Círculo perfecto

Me pierdo muy pronto cuando sé que no estás aquí.
Es el anatema de la vida consumiéndome,
muy lentamente, entre suspiros.
Te pido.
Te lloro.
Te pienso.
Aguardaría por ti mucho más que un momento.

Quisiera que te apresures,
porque el tiempo cambia y cambio yo con él.
Nos están dejando solos -¿no lo entiendes?-,
nos están pidiendo no volver.

Es un círculo perfecto nuestra religión.
Tú, extrañada en una fría casa;
y yo, sin descanso en mi ardorosa comunión.
Luces.
Sombras.
Lluvia y renacer.
Las flores no perfuman donde nunca hay qué comer.

Siente la fría tarde antes de partir,
Seguimos colgados de un sueño.
Queremos tanto ser eternos -¿no lo entiendes?-,
es un complicado sendero el que debemos recorrer.

Distante

No voy a dejar que este estúpido orgullo lo arruine todo. Tampoco debo darle tanto crédito a esta cobardía que me paraliza. Siempre postergando las cosas, dejando para mañana lo que podría hacer hoy. Mintiéndole descaradamente a la conciencia y al corazón, aislándolos de toda sensibilidad, negándoles la vida. Congelando el sentimiento con inseguridades, como si fuera un paria que no tuviera nada que ofrecer. Como si estuviera destinado del todo al fracaso, desde antes, y sin haber luchado. Enojado por ser quien soy, abatido por las ilusiones que se alejan más y más de mí. Conformándome sólo con las fantasías que ya no me alcanzan.

He caído en un saco roto que se parece cada día más a la frustración de no encontrarme. Privado de toda esperanza me siento prisionero de un extraño amor malsano. A menudo necesito ser sedado con cantidades de vulgar medicina, que me disfraza de indigencia, y ya no deja más razones que me justifiquen ante la familia que nunca tuve o ante aquella que quizás abandoné.

- Camila, no puedo ser perfecto. Estoy muy distante de eso. Necesito que acabes de una buena vez conmigo.

Estoy aguardando el momento de reconocerme, porque en realidad ya no sé quién soy. Esa persona, la del espejo, no soy yo. Me da tanta tristeza la mentira. Ojalá pudiera amarla tanto como te amo a ti por momentos.

Lamento todo esto. Lo de los huesos rotos. Lo de mi homofobia contemplativa. Este mal humor que constantemente malinterpretas. Lamento absolutamente todo. Todo aquello que pueda dañar ese brillo en tu mirada. Es que aprendí a amarte en el silencio y también en la desesperación.

- Escucha, en realidad necesito que acabes conmigo. O acaso no ves que estoy vacío.

Todo parece una gran contradicción conmigo, el amarme, el odiarme, ya no espero que me entiendas. Lo único que espero es que puedas hallar la forma de hacerme nuevamente crecer y creer. Quiero saber la forma de alcanzar la paz. Madurar creo que le llaman a eso. Tal vez, después de todo, tampoco lo sepas tú. Es algo que tenemos en común. Yo, en cambio, malinterpreto todo. Es un hábito compulsivo este el de dañar mi mente con ideas suicidas, pero a la hora de la hora, en el momento de las decisiones, no pasa nada. Una ráfaga de lucidez se apodera de mi y me quedo ahí quietecito frente al barranco y saludando al alba con un suspiro.

Parcho, me miro. Respiro helado. Te veo.

Y el diablo frente a mi, enojado y levitando dentro de su traje rojo. Llenándome de tibios besos la piel. Mordiéndome los labios. Buscando afanoso enredar su lengua con la mía y susurrándome al oído, inquieto ante mi fantástica frialdad:
No pasa nada contigo, dice.

Entonces sacude su larga cabellera y me clava la mirada. Recorre con sus ardorosas manos mi bajo vientre y se apodera de mi sexo. Yo no puedo hacer nada ante ello porque soy sólo una pieza sexual para ti. Yo no te amo, le digo. Y él, luego de saciar sus apetitos, se retira burlándose de lo cobarde que soy y tirándome unos cuantos billetes en el rostro. Entonces se apodera de mí una carcajada porque este tío tampoco entiende nada. Y creo que no se ha dado cuenta de que yo sigo enamorado, y no soy un fantasma que sólo sabe pensar en tus ojos.

Entonces me castiga la carne. La sangre dentro de mí ya no corre de la forma que debe hacerlo. Ya no calienta. Ya no colorea mis mejillas. Entonces de nuevo quiero estar dopado de esa vulgaridad que tú tanto detestas y que yo ya no sé como disfrazarla de encanto. Estoy seguro que me entiendes. Tú sabes, es la hora de escapar.

- Lamento ser un romántico suicida amor mío… Aún soy sólo un chiquillo.

Maldita sea, siempre escuché que la culpa la tiene esa entrañable niñera llamada televisión, dicen que ella es la culpable de toda esta confusión generacional. Siempre diciéndonos cómo debemos ser, cómo actuar, cómo pensar, a quién amar y a quién odiar. Y mira lo que han consiguido: Yo me disfracé de todo lo que pude y extravié mi alma entre todos esos intentos.

Por eso quede fascinado contigo, porque al parecer conoces más de mi de lo que yo puedo entender. Has sabido aplicarme el castigo de la indiferencia cuando era lo que yo buscaba y necesitaba. Y también motivarme con tus virtudes llegado el momento. No quiero empañar tu imagen porque aún recuerdo tus palabras: Tú no eres un fracaso. Sólo necesitas creer. No temas seguir tu camino.

La verdad es que siento que soy muy torpe aunque tú digas todo lo contrario. No sé de qué camino hablas. Y sí, creo en el destino pero no me leo las manos, porque la única gitana que tiene cabida en mi vida eres tú, y porque creo que te amo y si no estoy contigo es porque quiero que seas feliz.

- Aún necesito encontrarme, pero estoy un poco tranquilo. Ahora sé que existes.
Lima, junio de 2005