jueves, 31 de diciembre de 2009

Cartesiano


Por cierto, esta por concluir la segunda hora del 31 de diciembre de 2009, es el último día de esta década y, aunque me siento como la canción "High and Dry" de Radiohead, existe ese espectro de felicidad, de libertad, que da el renovar calendario y echarle tierra a todo lo pasado y empezar a soñar -por fin- un mismo sueño...

Perdóname nunca fue la idea perderte, se que a veces estoy de más, son tantos años ya así… A veces siento que es una pose -sí seguro es así-, estoy empezando a comprender la dimensión de esto, la aparente lógica… Espero que todo sea para bien.

- Me caí sabes, fue muy duro el golpe para mí, antes las cosas parecían no tener sentido -algo así como ahora- , la vida se tornaba obscura. Pensé que no lo iba a soportar.

- A veces me siento absolutamente perdido, casi al borde de la taquicardia, me falta el aire y ya no puedo, e incluso no quiero respirar, seguro entiendes eso ... Aunque pienso que tal vez el señalar esto no tiene nada de bello, es mejor decírtelo de frente y sin rodeos, porque lo cierto es que la lógica no tiene, ni debe tener, predominio en las cosas del corazón.
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Antes, sin mucho que esperar, parecía ser todo más fácil, amaba algún personaje de Hesse, escuchaba mucho Sonic Youth, disfrutaba el embriagarme con alcohol y el usar los cabellos largos y enmelenados, en una actitud cómodamente infernal e imberbe, como en una ficción. En realidad era que vivía la vida de un artista sin serlo, la vida de un bohemio intelectual. Y es que aquí en Lima existe una gran tradición, desde siempre la bohemia fue el alma de la ciudad, su espíritu. Y es que también crecí en el centro de Lima, en medio de jaranas y peñas, entre iglesias, guitarras y cajón.

- Vivías un idilio.
- Era un soñador. Un Quijote.
- ¿Aún lo eres?
- A mucha honra, jajaja… No lo sé… ¿Duele sabes?
- Sí, son como cuchillos.

Pero lo cierto es que esto lo noto más ahora, porque antes era tan alienado que vivía en otro mundo, mi mundo, y no me importaba nada más que yo. Era tan alucinado que vivía prendado de los Rockstar y pretendía ser uno de ellos, tanto así que de niño fui fan del pedante de Axl Rose (antes me daba verguenza admitirlo) y de adolescente amaba a los conflictuados Eddie Vedder y Kurt Cobain… Los dos últimos aún siguen teniendo un espacio entrañable en mi vida, al igual que los Beatles.
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Creo que desde siempre me fascinan aquellos personajes signados con el don de la honestidad brutal y el sentimiento lacerante, como Van Gogh, ese tipo de artistas que convierten sus miserias en belleza, intensos y existenciales... Y eso me sirve, pienso a veces, para justificar mi conducta, y que tocó ser así porque era lo lógico, porque crecí en medio del Grunge de los noventas y su cultura existencial, posmoderna y decadente, que fue también una moda y que para mí terminó siendo como la camiseta de un equipo al que se vitorea con pasión, en medio de conciertos y pogos desenfrenados, una parte de mi vida, una parte de mi cultura. El punk rock y la calle, la contracultura y la libertad de ser uno mismo.
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Pero también, lo reconozco, eso me jode, porque me siento parte de la industria, y entonces no me siento tan especial, ni auténtico en esos momentos, ironías del destino. Pero ahora, que ya ha pasado algún tiempo y puedo reconocer todo lo bueno y malo que hay en mi, estoy tranquilo porque las cosas cambian, y siempre saben mejor.
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-Eres el típico cartesiano, que no está aquí, pero que tampoco está allá- me dijo alguna vez, mi encantadora psicóloga en uno de mis viajes a Chiclayo. Ahora, que recuerdo ese momento, me viene a la memoria, irónica pero oportunamente, una canción del gran Manu Chao, "Desaparecido".



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